Publicado Conciencia Pública
16 de Julio de 2011
Y luego se preguntan por qué el empresariado jalisciense no evoluciona y escasamente se gana el respeto de sus influyentes homólogos capitalinos o regiomontanos… y es que en gran medida, al igual que su cuestionada clase política, opera el sector privado con esa repudiable lógica de estar cercano al ganador, “siempre y cuando no pierda”, porque cuando eso ocurre, inmediatamente huyen y dejan en la triste soledad, a su otrora “hermano del alma”.
Eso precisamente le ocurrió al que fuera director del periódico Ocho Columnas, Gonzalo Leaño Reyes, medio informativo que este martes 19 de julio, desafortunadamente deja de circular en esta región del país, con más de 33 años de hacer escuela periodística, bajo la tutela institucional de la Universidad Autónoma de Guadalajara (UAG), cuyo hermano Antonio, explicablemente por algunos “excesos y abusos de Gonzalo” que millonariamente impactaron en las finanzas familiares, más no por conveniencia institucional y estratégica, de manera repentina le dio la espalda, sin percatarse seguramente aún, que esa determinación le resultará también contraproducente, toda vez que desconoce la significación que todavía a estas alturas del siglo 21, representa el manejo de un medio impreso tan influyente, como lo fue Ocho Columnas, en el Occidente del país.
Cuando el ámbito mediático advertía la inminente quiebra este año de otros diarios distintos en Guadalajara, nadie imaginaba que el periódico Ocho Columnas, por más bandazos y desaciertos que hubiera cometido (entre los que se encontraba la “importación” de editores de otras entidades del país), habría de sucumbir junto con más de 450 empleados y directivos, a poco más de un año de la muerte del patriarca de los Tecos, don Antonio Leaño Álvarez del Castillo.
Al recrudecerse la crisis en mayo pasado, se afirmaba que a lo sumo reduciría su circulación hasta convertirse en un semanario que eventualmente dirigiría Gonzalo Leaño Jr, sin embargo, el referente que hasta el momento existe es que no disponen de recursos suficientes para operarlo, más aún que quedaron adeudos pendientes por cubrir, así como varias aparentes demandas laborales al no solventarse legalmente todos los compromisos adquiridos con empleados y funcionarios de dicho medio.
Curiosamente mes y medio antes de la desaparición de Ocho Columnas, ese mismo impreso tituló en su nota principal que la “IP cerraba filas en torno al director Gonzalo Leaño”, con lo que se interpretó un sólido respaldo financiero y empresarial que evitaría el quebranto a través de la publicidad y los anuncios comerciales que presumiblemente soportarían los eventuales cambios anunciados, entre los que ciertamente se encontraban la reducción de personal y gastos de operación.
Ese respaldo públicamente “solidario” (varios de ellos premiados con el Galardón Nacional Ocho Columnas de Oro), lo brindaron ni más ni menos que personajes del empresariado de la talla de Miguel Moragrega, José Pérez Ramírez, Guillermo Martínez Mora, Horacio González, Salvador Martínez, Luis Germán Cárcoba, Jorge Corvera, Miguel Ángel Domínguez, Pablo Gerber, Raymundo Gómez, Carlos González, Enrique Michel, Eduardo Orendáin, Leonardo Plasencia, Noé Suro y Enrique Watanabe, entre otros, hecho histórico que cualquier principiante puede interpretar las dimensiones de sus carteras, como contundente e inimaginable, a lo que ahora se vive dolosamente.
Ahí también se encontraban empresarios tales como Jesús Gallegos, Jorge García, Pedro Garibay, Fernando Pérez, Vicente Chalita, Miguel Ángel Amutio, José Luis Arregui, René Baruqui, Carlos Gudiño, Guillermo Hernández, Luis Larios, Pascual Olivares y Salvador Ornelas, ciertamente algunos con problemas financieros, pero sin duda capaces de apoyar “al amigo” el tiempo que fuera necesario.
Puede apostar a que de entonces a la fecha (muy a la clásica “cultura empresarial” tapatía), la gran mayoría de esos “personajes” se volvió “ojo de hormiga”, ilocalizable, perdedizo y hasta evasivo al llamado de hacer efectivo ese compromiso, a grado tal que a Gonzalo Leaño, a quienes muchos de esos señalan como “explosivo y polémico”, no le quedó otra que cerrar el diario y con ello perder cruentamente buena parte del capital político que le perteneció por varias décadas a su familia, así como sepultar a la última e integral escuela periodística que quedaba (desde el 15 de noviembre de 1971, en que originalmente se llamó “José García Valseca”) en la reconocida capital del periodismo independiente de América.
Sin duda que esta nota refleja una de las versiones mas apegada a la realidad, felicidades.
ResponderEliminarÏncreiblemente vemos como poco a poco van acabando con los grandes logros de los fundadores de la UAG: equipo de ciclismo, equipo de basketball, orquesta sinfónica, escuelas primarias, secundarias y preparatorias, periódico ocho columnas, estadio 3 de marzo y lo más reciente la venta del equipo de futbol profesional.
ResponderEliminarTodo se ha ido quedando en manos de la familia de A. Leaño R., mientras que la cantidad de profesores y empleados viven prácticamente en la miseria.
que triste historia.