Imaginen la situación. Esto fue ya hace varios años, íbamos en la ambulancia desde la base a Los Sauces (En Tepatitlán la base está en el centro de la ciudad, y Los Sauces a las afueras).
Reportaron una persona enferma, íbamos hechos la mocha porque la reportaron grave, iuiuiuiu. De repente por el Bulevar Anacleto González Flores, empecé con una molestia en el estómago, dije no es novedad, pero ni modo bajarme.
Llegamos al lugar, y el dolor comenzó más intenso, pero como dije ni modo de regresar, porque yo era el que tenía que dar la atención al paciente. Lo comencé a revisar, era ya una persona enferma, y a referencia de los familiares era común le dieran ataques de pánico, y este era uno de esos. Hablé con el doctor, con el paciente y con los familiares y todo estaba bien, ya había pasado su episodio. El mío apenas comenzaba, el dolor era más fuerte, el espasmo era de esos que te retuercen, con ganas de decirle al enfermo que se hiciera a un lado para que hubiera espacio para los dos.
Entonces ya a los 15 minutos de estar en el domicilio, comenzaron una ganas de ir al baño, que lo único que lo puede describir es el meme del durazno. Con trabajos llené los formatos y el regreso a la ambulancia ya lo hacia sin caminar bien, ya nada más deslizaba los pies, y las escaleras, fue un reto.
Cada frenada, el jaloneo de cada velocidad, acelere, complicaba todo. Sudaba frío, sudaba caliente, no sabía que era más fuerte, si el dolor o las ganas de ir al baño. Ya entrando a la ciudad, yo haciendo cuentas de cuánto tiempo faltaba para regresar, pensaba que sí la libraba. Entonces recibí una llamada -era de la base- diciéndome que de nuevo se sintió mal el paciente que habíamos revisado. Y yo de noooooo! nos vamos a tener que regresar. Le pedí el número del paciente y le marqué. De nuevo le había dado el ataque de pánico a la persona, y fue porque no siguió las recomendaciones, le dijimos cómo respirar porque hacerlo muy rápido iba a hacer que se mareara y volver a la situación del porqué nos llamó. De nuevo le di instrucciones, las hizo y listo, se había tranquilizado. Nosotros seguimos el camino.
Ya íbamos por la calle Emilio Carranza y ya no podía, ya estaba pensando en irme en la parte de atrás y ponerme en la camilla. Cuando dimos vuelta por la calle Mapelo, ya no echaba cuentas de en cuánto tiempo llegábamos, sino de cómo iba a limpiar el asiento. Pensé en bajarme en la esquina con Morelos e irme caminando a la base pero no creí que lo iba a lograr. Ya solo faltaba la vuelta a la manzana, y casi le decía a mi compañero que mejor metiera la ambulancia a la cochera para limpiar todo, porque nomás no llegaba. Pero al final, llegué, justo a tiempo, aventé todo y directo al baño.
A qué viene todo esto, pues es precisamente que a muchos nos da pena algo tan sencillo como pedir el baño; a algunos no les gusta decir caca, le dicen popis; a otros ni siquiera les gusta verla y son papás o mamás, pero es algo tan natural como lavarse las manos, como tener hambre, como comer. El ver las heces, el defecar, es algo muy natural, muy del cuerpo humano, pero nos han enseñado que hay que ocultarlo, llamarle con otros nombres, y que sea algo oculto.
Anoche, estábamos preparando un anuncio y pregunté a varias personas sobre como llamarle a las heces, y hay opiniones de todo. Es como hablar de política. A favor de una cosa, a favor de otra, unos le llaman popis, otros popo, otros caca, otros mierda. A unos verla no les incómoda, a otros de pensarlo ya se están vomitando. En resumen, a la mayoría nos hacen ocultar estas cosas, en mi anécdota, todo hubiera sido diferente, si les digo a los de la casa donde estábamos, me presta su baño y listo.
Ahora vámonos a 1994, en un ranchito que se llama San Juan de Amula, precisamente en la sierra de Amula junto al río Ferrería. Imagínense a una familia haciendo su picnic al mexican estyle. Estábamos todos muy a gusto, de repente mi tía Tocha (que en paz descanse), dice ¿qué se está comiendo Juan? -que en ese entonces usaba pañal- es una tortilla, pero se ve muy ara, dijo. Se le acercó a Juan, agarró la "tortilla" con su dedos y la probó.... ¡es mierda!, ¡tu hijo se está comiendo su miera!, ¡y ya me la tragué también!. Ya se imaginarán el escándalo que se armó.
En aquellos rumbos así se le llama a la mierda, mierda. No se andan con que voy al baño, la mayoría va a cagar, pero es la cultura es muy diferente, y estoy seguro que ya ha cambiado.
Todo esto me da razón de que en Jalisco sí somos mochos, pensaba que únicamente eramos de ideas cerradas para hablar de temas como los matrimonios igualitarios o del aborto, pero va más allá, está tan dentro de nuestra cultura, que va a ser difícil cambiar de pensamiento, porque no le podemos decir ni siquiera mierda a la mierda, o heces fecales a las heces fecales.
Para finalizar, hace unos días escuchaba a un niño de a lo mucho 12 años que le decía a otro ¡vete a la verga!, y de repente salió con ahorita vengo porque voy a hacer del 2.
Para finalizar, hace unos días escuchaba a un niño de a lo mucho 12 años que le decía a otro ¡vete a la verga!, y de repente salió con ahorita vengo porque voy a hacer del 2.

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