Daniel Ontiveros/Portal Zapotlanejo/2 de mayo de 2021
Una visita programada, la otra no; un pedido de comida y una ambulancia. El cóctel para el desastre en un día que no estaba planeado que terminara así.
El sábado primero de mayo, 30 días después de que la dieran de alta, el nombre "ficticio" es doña Juana, comenzó de nuevo con problemas de salud desde la mañana: presión baja, glucosa baja, todo bajo. Para las 2 de la tarde, ese problema de salud era para ser tratado en el hospital en Tepatitlán, más exactos en la clínica 21 del IMSS.
El traslado fue por la autopista y en media hora ya estábamos ingresando al hospital. Le dije a don Victor, otro nombre "ficticio" porque todo mundo lo conoce, hay que entrar por el lado de las ambulancias para más rápido, me dijo que no, que mejor por la principal y pedía una silla de ruedas, y pues, así le hicimos.
Entraron, los esperé en el carro, a los pocos minutos me habló que le llevara la botella de agua, y mejor me quedé esperándolos en la sala de espera. Pasaron con el doctor a los 20 minuto. Dice doña Juana, que ya en el cubículo del doctor, le dijo que era una infección, le dio medicamento, uno abajo de la lengua (todavía nos sabemos qué fue), le dijo que podía irse a su casa, y era mejor, porque estaba repleta el área de Urgencias.
Salimos, no subimos al carro y fuimos a un Oxxo a buscar un suero y un Ensure, porque no había desayunado ni comido. Doña Juana, comenzó a vomitar y vomitar. En el Oxxo, empezó a ver borroso, dijo que ya no veía de un lado (eso solo significaba que se le estaba bajando más la presión arterial y la glucosa), comenzó a tomar el suero y un jugo, pero el vómito no cesaba.
Llegamos a la Farmacia Guadalajara para comprar el Ensure, y aquí se combinaron tres cosas: el calor, lo pequeño del carro, la desesperación de la paciente, y la desesperación de los familiares. La paciente se quería acostar, nosotros la queríamos llevar de nuevo al hospital, y ella se negaba rotundamente, lo que quería era acostarse, mientras seguía vomitando. Había pasado a lo mucho 20 minutos de salir del hospital y ya había vomitado alrededor de 10 veces.
Hablamos a la Cruz Roja para preguntar si había médico y no tenían, para ese punto no sabíamos para dónde ir, se quería acostar y no teníamos opción de dónde llegar. Le marcamos a un familiar y no contestó cuando ya íbamos hacia su casa, viramos hacia otra calle para ir con otro conocido que vive al otro lado de la ciudad, entonces nos llama por teléfono con quien íbamos desde un principio, y nos dijo que sí estaba y que llegáramos.
Llegamos, pero su casa es segundo piso, pero doña Juana, aferrada a que no quería ir al hospital, como pudo subió las escaleras, y se recostó en el sofá. Ya estaba un poco más tranquila (ahorita les explico por qué estaba tan tranquila). Entonces pedimos de comer comida china, que iba a tardar 45 minutos en llegar.
Paso media hora, y la paciente se veía demasiado tranquila, le checamos de nuevo la presión, el pulso y la oxigenación, y todo estaba descompensado. La presión por lo suelos, al igual que la glucosa, el pulso elevado, pero al menos la saturación estaba bien, y ahora los anfitriones tenían que ver cómo nos íbamos en ambulancia.
Tuvimos que pedir una ambulancia, mejor dicho, nos ayudaron a enviarla, porque bajarla por las escaleras iba a ser algo complicado y riesgoso. Llegó la comida, que al final nadie se comió, a los 2 minutos llegó la ambulancia, y comenzó el ritual para bajar. Las escaleras son un enemigo en caso de una urgencia, y de nuevo estaba ahí usando la imaginación, haciéndola de paramédico pero sin uniforme. Les expliqué la situación a los que sí eran paramédicos, la bajamos, la regularon, y al hospital.
Llegó la ambulancia al IMSS, por la rampa donde íbamos a entrar desde un principio dos horas antes. pero habíamos salido ilusionados por el otro lado porque ya nos íbamos a la casa. La doctora que recibió no creía que la presión que le dijeron los paramédicos era tan baja, ella misma la revisó y corroboró lo que le decían, se ha de ver asustado porque dijo que la querían pasar a la sala de choque, pero lo bueno que estaba ocupada, así que la acostaron en una camilla sin ningún aparato, la misma camilla donde había estado hace un mes por al menos 3 días, en su primer ingreso.
Y de nuevo estamos repitiendo la historia. Justo un mes después, de nuevo en el hospital, hospital al que llegamos dos veces, el mismo día, y en un lapso menor de dos horas, con 160 pesos de casetas, 200 de gasolina, 380 de hotel, 200 de la comida que nadie se comió, un Ensure y suero vomitados.
Al final, fue una serie de eventos desafortunados y errores, que por lo menos esta vez, se pudieron corregir.
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